Los problemas
en la economía ecuatoriana no han sido superados, solo aplazados por una serie
de medidas que han ocultado la existencia de varios desequilibrios
macroeconómicos. El presente artículo separa y analiza en tres etapas la
situación de la economía ecuatoriana desde el último trimestre de 2014, cuando
el precio del petróleo empezó a caer.
La caída en el precio del
petróleo y la apreciación del dólar, que afectó a la competitividad de los
productos nacionales, marcaron el inicio de esta etapa. La balanza comercial se
deterioró significativamente (Gráfico 1). El Gobierno, preocupado por los
posibles efectos sobre la balanza de pagos, aplicó medidas para restringir las
importaciones y evitar la salida de dólares. En marzo de 2015 se anunció la
entrada en vigencia de las salvaguardias que afectaron a cerca de 2900
productos, con sobretasas entre 5% y 45%, y que debían durar un año.
Gráfico 1: Evolución de la balanza comercial mensual (millones de $)
Fuente: BCE
El gasto fiscal, mientras tanto,
no se ajustó a la nueva realidad. En el Presupuesto General del Estado, el
gasto de inversión, que está financiado por los ingresos petroleros y por deuda,
cayó apenas 4,5%, entre enero y mayo de 2015 frente al mismo periodo de 2014.
El gasto corriente, por su parte, creció en 9,5% durante el mismo periodo[1].
Durante esos meses se emitieron bonos en dos ocasiones –marzo y mayo– por un
monto total de $1.500 millones, que se sumaron a la emisión de junio de 2014
($2.000 millones). El riesgo país, a pesar de que la situación externa se deterioró
para el Ecuador, no mostró un incremento drástico, lo que permitió que el Gobierno
obtenga financiamiento en los mercados internacionales. De hecho, el riesgo
país recién empezó a escalar sistemáticamente en junio de 2015, hasta alcanzar
su punto más alto en enero y febrero de 2016 (Gráfico 2). Sin embargo, las
colocaciones de bonos de 2015 fueron costosas y de corto plazo, con tasas
superiores al 9%.
II) Junio
2015 - Junio 2016: La recesión
La falta de acciones de fondo en
el periodo anterior coincidió con el nivel de precios del petróleo más bajo en
más de 12 años. El precio del crudo ecuatoriano tocó fondo en enero de 2016 y se
ubicó en $22 por barril, y el tipo de cambio real se mantuvo sobrevaluado. Los
efectos en el crecimiento empezaron a ser evidentes. En el tercer trimestre de
2015 el PIB registró la primera caída interanual desde 2009 (-0,8%) y la
tendencia se mantendría hasta alcanzar decrecimientos de -4% y -2,1% en el
primer y segundo trimestre de 2016, respectivamente. La balanza comercial, por
su parte, empezó a registrar superávits desde marzo, los primeros desde mayo de
2015. Las restricciones a las importaciones influyeron, pero la contracción de
la actividad fue también un elemento determinante. Durante este lapso el país,
además, sufrió el impacto del terremoto en abril de 2016. Esto llevó al Gobierno
a prolongar las salvaguardias por un año más y a aprobar una reforma tributaria
para levantar recursos adicionales.
Gráfico 2: Evolución del riesgo país y del crédito del Banco Central al Gobierno
Fuente: BCE y Banco de la Reserva de Perú
En esta etapa, las opciones
externas de financiamiento se redujeron, debido a que el riesgo país se ubicó
por varios meses consecutivos por encima de los 1.000 puntos, el segundo índice
más alto de la región, sólo por debajo del de Venezuela. La emisión de bonos, por
lo tanto, no fue una opción y el crédito del BCE se convirtió en la fuente de
financiamiento preferida del Gobierno. Entre junio de 2015 e igual mes de 2016,
este crédito aumentó en $2.240 millones (Gráfico 2). Obligado por las
circunstancias, el Gobierno recortó los gastos de capital del PGE en alrededor
de 52%, entre enero y junio de 2016 frente al mismo periodo de 2015. Sin
embargo, no existió un ajuste de fondo, ya que el gasto corriente aumentó en
3,6%, en el mismo lapso.
La tercera etapa estuvo marcada
por una leve mejora en las condiciones internacionales. El tipo de cambio real mostró
una leve depreciación, beneficiando a la competitividad de los productos
nacionales. La balanza comercial fue superavitaria durante casi todo el
periodo. De igual forma, el precio del petróleo se recuperó y empezó a escalar
hasta superar los $40 por barril a finales de 2016. Esto permitió, además, que
el riesgo país cayera por debajo de los 700 puntos, la mitad de lo alcanzado en
los primeros meses de 2016. Los mercados internacionales se volvieron nuevamente
una opción. Ecuador, en apenas siete meses, acudió a los mercados en 4
ocasiones –julio, septiembre, diciembre en 2016 y enero de 2017– y colocó bonos
por un monto de $3.750 millones. Las condiciones, sin embargo, no cambiaron significativamente
con respecto a emisiones pasadas. Adicionalmente, el crédito con el BCE mantuvo
su tendencia ascendente y el Gobierno consiguió de esa fuente $3.000 millones,
entre julio de 2016 y abril de 2017. Es decir, por concepto de desembolsos,
internos (principalmente BCE) y externos (incluyendo preventas petroleras) sin
contar los préstamos recibidos de organismos multilaterales por el terremoto de
abril, se recibió una cifra de $7.700 millones durante esta etapa, cercana al
8% del PIB.
Gráfico 3: Desembolsos netos (variación anual en millones de $) y Depósitos
en Bancos Privados (variación anual en porcentajes)*
*Los desembolsos netos
incluyen deuda externa neta, créditos del BCE y venta anticipada neta de petróleo
Fuente: BCE
La inyección a la economía de los
recursos obtenidos de nueva deuda generó repuntes en algunos indicadores. Los
depósitos, por ejemplo, que registraron caídas interanuales entre junio de 2015
y mayo de 2016, empezaron nuevamente a crecer (Gráfico 3). Asimismo, se pagaron
varios de los atrasos que tenía el Gobierno con proveedores, aunque estos pagos
fueron, en parte, con Títulos del Banco Central (TBC), lo que disminuye a
futuro los ingresos que podría obtener el Gobierno por concepto de recaudación.
En el sector petrolero, por su parte, la deuda que bordea los $2.000 millones,
de acuerdo a declaraciones oficiales, todavía no está cancelada. Los gastos del
Presupuesto mantuvieron su tendencia ascendente, sobre todo los gastos
corrientes, en medio de un proceso electoral en el que los esfuerzos se
concentraron en posicionar el discurso de recuperación económica. Las
autoridades económicas, en un prospecto de emisión de bonos, reconocieron que
sus necesidades de financiamiento bordearían los $12.500 millones en 2017. El
gasto corriente en los primeros cuatro meses del año creció 7,3%, con respecto
al mismo periodo de 2016; y el gasto de capital volvió a ubicarse en niveles
similares a los registrados en 2015. Es decir, el flujo de deuda sirvió para
amortiguar la situación, posicionar el discurso de recuperación y postergar los
ajustes de fondo.
Las tres etapas anteriores se
caracterizaron por una política económica con poco margen de maniobra, no solo
por la falta de previsión en la época de auge, sino también por la ausencia de
un diagnóstico adecuado de la situación. Por lo que el inicio de una nueva
etapa a finales de mayo, con la colocación de bonos por $2.000 millones y una promesa
de austeridad en el manejo de los recursos fiscales requiere reconocer la
situación real de la economía y anunciar acciones concretas. La forma como el
Ministerio de Finanzas “pagó” una parte de su deuda con el BCE (entregándole
acciones de instituciones financieras públicas) no envía una buena señal ni
reduce la incertidumbre que ha rodeado al manejo de las cifras por parte de
varias instituciones públicas. El ajuste al gasto fiscal debe ser gradual y
para realizarlo se necesitan recursos, por lo que la deuda adquirida debería
servir para ese propósito, de lo contrario en esta etapa se puede estar
gestando un periodo en el que los ajustes lleguen de manera abrupta y
desordenada, con los consecuentes impactos económicos y sociales.
*Artículo originalmente publicado en Carta Económica, junio 2017, CORDES.