jueves, 15 de febrero de 2018

El crecimiento de los países de la OPEP, sometido a los vaivenes del crudo


Crecimiento en perspectiva histórica

La pregunta sobre qué pueden esperar los países de la OPEP en un escenario de precios bajos del crudo ha sido recurrente. En este sentido, una perspectiva histórica de cómo se ha comportado el crecimiento en estos países con respecto a los más desarrollados puede ofrecer algunas lecciones importantes. Justamente, el Gráfico 1 presenta el PIB per cápita[1] en cinco países que actualmente son miembros de la OPEP, como porcentaje del PIB per cápita de Estados Unidos, durante el periodo 1950-2016. El comportamiento es claro, la brecha del ingreso por habitante con respecto a Estados Unidos se hace más pequeña en los periodos en los que los precios del petróleo han sido altos. Mientras que en los periodos de precios bajos no sólo que los avances alcanzados durante la bonanza en términos de crecimiento se borran, sino que en algunos casos la brecha se hace incluso mayor a la que existía previo al boom. Este patrón se observa en cuatro de los cinco países expuestos en el Gráfico 1, sólo Indonesia presenta un comportamiento distinto en los 70.  

Gráfico 1: PIB per cápita de países seleccionados de la OPEP (% del PIB per cápita de Estados Unidos)

                       Fuente: Maddison Project

Los casos de Irán, Venezuela y Nigeria son los más llamativos por la magnitud del retroceso después de la década de los 80. Irán, que durante los 70 representó en promedio alrededor del 20% del total de producción de la OPEP, alcanzó en 1976 un PIB per cápita equivalente al 36% del ingreso promedio en Estados Unidos, cuando en 1966 esa relación había sido cercana al 19%.[2] Sin embargo, este incremento se diluyó al final de la década de los 70 con el inicio de la Revolución de 1979, la guerra con Irak y la posterior inestabilidad política. El caso venezolano, por su parte, muestra que después de 1974, cuando su ingreso por habitante alcanzó el 45% del ingreso por persona en Estados Unidos, empezó un comportamiento descendente. Esta relación en 2016 apenas era 25% y, dada la fuerte crisis que atraviesa Venezuela, las distorsiones en el tipo de cambio y la falta de información oficial, podría ser incluso menor. De hecho, en el caso de Venezuela y Nigeria la brecha del ingreso promedio con respecto a Estados Unidos actualmente es mayor que la observada durante los 60, previo al boom en precios.

Ecuador, mientras tanto, tampoco presentó avances significativos con respecto a los países más desarrollados durante el periodo 1950-2016, salvo los asociados a los periodos de precios altos (Gráfico 2). La reducción de la brecha observada en los 70 se diluyó, al igual que en el resto de países de la OPEP, en las dos décadas siguientes. El PIB per cápita ecuatoriano en 1950 fue equivalente al 16% del estadounidense, cifra ligeramente inferior a la registrada en 2016 (20%). La mejora que se observa durante la década de los 70, cuando el PIB per cápita del Ecuador llegó a representar casi el 20% del de Estados Unidos, no se sostuvo y cayó 7 puntos en los 80. Es decir, que en 65 años, y tomando en cuenta la presencia de dos booms petroleros durante este periodo, seguimos manteniendo una brecha más o menos similar frente a los países más desarrollados, en términos de riqueza por habitante.

Gráfico 2: PIB per cápita Ecuador (% del PIB per cápita de Estados Unidos) vs. Precio petróleo


                  Fuente: Maddison Project

El caso de Arabia Saudita

Arabia Saudita es el miembro más importante de la OPEP, con cerca del 32% del total de la producción del cartel. Además, es uno de los actores más relevantes en el mercado petrolero, ya que representa cerca del 15% de la producción mundial y sus reservas petroleras son las segundas más importantes, únicamente por detrás de Venezuela. Durante la década de los 70, cuando la OPEP jugó un papel determinante en fijar los precios del petróleo, Arabia Saudita, cuyo PIB per cápita equivalía al 50% del de Estados Unidos a mediados de la década de los 60, llegó a duplicar su ingreso por habitante y superar al estadounidense. En 1974 el ingreso promedio en Arabia Saudita fue 114% con respecto al de Estados Unidos. Sin embargo, y similar a lo observado en el caso iraní aunque en menor proporción, existió un retroceso en esta relación, como se observa en el Gráfico 3. De hecho, a finales de la década de los 80, el PIB per cápita de Arabia Saudita, que bordeó los $30.000 en 1974, cayó a cerca de $15.000. La reducción en el precio del petróleo experimentada a partir de 1981 obligó a replantear las estrategias para buscar un repunte en precios. Arabia Saudita, como el principal miembro de la OPEP, empezó un recorte significativo en su producción, que varios países incumplieron, generando el efecto contrario. En este contexto, Arabia Saudita empezó a restaurar sus niveles de producción, acentuando una sobreoferta que provocó que el precio se mantuviera debajo de lo observado en los 70.

El escenario de los 80 fue una lección valiosa para Arabia Saudita, que con la caída de los precios precios registrada desde finales de 2014, empezó una nueva estrategia. Entre los principales cambios destacan una reducción de los subsidios y bonos para empleados públicos, aumento en el precio de la gasolina, recortes en el gasto público y la introducción del impuesto al valor agregado con una tasa del 5%. En el caso del incremento en el precio de la gasolina, por ejemplo, se espera que éste alcance los niveles internacionales en 2023, empezando en 2018. El plan, que se denomina Visión 2030, busca estabilizar las finanzas públicas hasta 2020. Actualmente el déficit fiscal representa el 9% del PIB de Arabia Saudita. Además, el plan apunta a que el sector privado tome la posta como el principal motor de la economía. En este sentido, el nuevo Príncipe también ha implementado varias reformas que buscan reducir la corrupción y generar una mayor apertura para las empresas occidentales. Estos esfuerzos, sin embargo, en algunos casos (ej. equilibrio fiscal) han sido postergados por la presión social que han generado y por haber concentrado el poder alrededor del Príncipe, lo que pone en tela de duda las posibilidades de éxito de estos cambios en el mediano y más aún en el largo plazo. Al igual que en el resto de países de la OPEP el reto de romper con la dependencia petrolera, tanto económica como institucional, es mayor en el periodo posterior al boom.  

Gráfico 3: PIB per cápita de Arabia Saudita (% del PIB per cápita de Estados Unidos)


                       Fuente: Maddison Project

Comentarios finales

El no cerrar la brecha con los países más desarrollados no implica que los países de la OPEP que han sido analizados no hayan crecido, sino que ese crecimiento no se ha traducido en mejoras sustanciales frente a las economías más avanzadas. La preocupación, entonces, radica en cómo producir un crecimiento que sea sostenido y que permita superar tasas históricas que son insuficientes para alcanzar verdaderos procesos de desarrollo. El corto plazo puede empañar los resultados y presentar un panorama que en realidad, bajo la lupa de un lapso de tiempo mayor, es solamente un periodo atípico en términos de crecimiento y que eventualmente se revierte, como ilustra el caso ecuatoriano y de la gran mayoría de países de la OPEP en los últimos 65 años. Además, queda abierta la discusión del rol que jugaron las instituciones en estos procesos de largo plazo y el rol que pueden jugar ahora que el contexto exige cambios no solo económicos.

*Artículo publicado originalmente en Carta Económica de enero de 2018


[1] PIB per cápita en US$ 2011
[2] La crisis económica en los 70 provocada por los altos precios del petróleo en los países desarrollados ayudó a que esta relación sea mayor. Empíricamente,  está demostrado que altos precios del petróleo están fuertemente asociadas a caídas en la actividad y recesiones en los países desarrollados, contrario a lo que se observa en países exportadores.

lunes, 5 de febrero de 2018

¿Democracia por error?


Los procesos de democratización pueden iniciar cuando el dictador, el autócrata o el partido que gobierna pierden el poder. Estos procesos son complejos y no tienen una sola explicación detrás. Sin embargo, es posible enmarcar algunas de ellas dentro de un cuadro común: el error. Esto quiere decir que muchos de estos procesos en los que un país pasa de ser un régimen autoritario a uno democrático ocurren por uno o varios errores de las personas que ostentan el poder. Justamente, los errores en los que pueden incurrir estos líderes, de acuerdo a Daniel Treisman(UCLA) que estudia estos procesos desde 1800, son básicamente cuatro. Primero, la arrogancia que lleva, por ejemplo, a subestimar el poder de la oposición. De igual manera, sobrestiman su popularidad (ej. Pinochet) y convocan a una elección o un referéndum que, lejos de legitimar su sistema, termina por dividir a la élite y otorgando poder a los oponentes. El segundo error es el inicio de conflictos militares (ej. Galtieri) con la esperanza de que alrededor de esta causa común se puedan alinear la gran mayoría de ciudadanos. Sin embargo, en casi todos los casos terminan perdiendo la guerra y el poder político. El tercer error, por su parte, está asociado a la introducción de reformas parciales para fortalecer el sistema (ej. Gorbachev), pero que terminan por debilitar el régimen. Finalmente, se encuentra el error, cometido generalmente por el grupo de poder o el partido y no por el dictador, de escoger una persona para que tome el control con el fin de preservar el sistema (ej. Adolfo Suárez), pero que termina destruyendo el mismo. Por lo tanto, en estos casos la democracia emerge no porque las élites que mantienen el poder lo deciden, sino porque, al tratar de impedirlo, cometen uno o varios errores críticos (Treisman, D., 2017).

El caso de la Revolución Ciudadana parece enmarcarse dentro de la última descripción, es decir el error de entregarle el poder a alguien que debía preservar el statu quo. Sin embargo, varias acciones previas, el referéndum y sus resultados podrían ser el inicio de un cambio en el sistema que nos gobernó por diez años; aunque me inclino a pensar que estas acciones están asociadas más a un tema de supervivencia política, que a una búsqueda real de un sistema más democrático. La presencia de varios actores, claramente asociados y cómplices del régimen anterior, es una las varias medidas que hacen que la victoria del referéndum de ayer haya que tomarla con pinzas. Por esta razón, los grandes objetivos deben apuntar a restaurar las instituciones democráticas, exigir el restablecimiento de los equilibrios macroeconómicos y la rendición de cuentas de quienes manejaron el poder sin ningún tipo de fiscalización en el régimen anterior. Por otro lado, creer que la victoria del Sí es apoyo y un cheque en blanco al gobierno, sería un error tan grande como asumir que la RC está terminada o que los votos por el Sí representan afinidad por algún candidato, del amplio espectro político que apoyó esta opción. Como menciona Treisman (2017), no todos los errores conducen a una democratización y la democracia emerge solo si las estructuras y otras condiciones lo permiten. Por lo tanto, es el momento de estudiar y entender el proceso de largo plazo (no sólo desde 2007), los errores como sociedad y crear las condiciones necesarias y suficientes para que esto sea un punto de quiebre y no un simple cambio de mando dentro del mismo grupo de poder.


Fuentes: