miércoles, 15 de febrero de 2017

19F: Más allá de un día y su historia



La historia tiene la ventaja de que nos presenta la posibilidad de ver un hecho y todo el proceso detrás de este. Es decir, mirar más allá de la fecha y tratar de entender la serie de eventos que desembocan en un hecho determinado. Durante los últimos diez años en Ecuador, sin embargo, nos hemos acostumbrado a mirar puntos específicos e ignorar los procesos cuando resulta conveniente. La historia del país se simplificó en un antes y después de la Revolución Ciudadana. Antes los procesos de cómo llegamos eran importantes. Ahora solo importan las fechas, las obras, los discursos, la figura. No importa el cómo, ni sus repercusiones. Este irrespeto por la historia y sus procesos, puntualizado varias veces, ha permitido crear un discurso simple y vacío, pero que ha calado hondo en varios sectores. Es por esta razón que el domingo, antes de votar, debemos recordar y reflexionar sobre el proceso que nos ha traído hasta este día. 

El proceso económico fue irresponsable, se vivió más allá de las posibilidades. Los desequilibrios fueron ignorados, con la excusa de los avances sociales. Avances que, dicho sea de paso, no son sostenibles en una coyuntura sin recursos extraordinarios. Los hospitales, las carreteras, las escuelas no son el fin, sino medios a través de los cuales se puede mejorar la calidad de vida y las oportunidades para las personas. Hoy, el proceso desembocó en una economía que no puede recuperarse y que respira gracias al oxígeno que le provee temporalmente el endeudamiento. El proceso político, que inició como una refundación, terminó igual o más decadente que los que alguna vez criticó. En el camino, además, se destruyeron las instituciones y esta es una de las razones por las que no existen acciones concretas en los casos de corrupción. De igual manera, la timidez de la campaña, los casi inexistentes debates y la agresiva búsqueda de caras y no capacidades, son un reflejo de lo que el oficialismo ha promovido como democracia: silencio, obediencia, miedo, votos, circo. No forma parte de la democracia fiscalizar, opinar, exigir cuentas. El proceso social, por su parte, ha seguido un camino de polarización. Ecuador es hoy un país más dividido que hace diez años. Ningún régimen que se jacta de poner al ser humano por encima de todo, puede promover la división como lo ha hecho este gobierno cadena tras cadena, sábado tras sábado. En los últimos días ha sido claro que existen seres humanos que están por encima del resto, revelando la distancia que existe entre las acciones y el discurso oficial. De poco sirven las estructuras, si el precio para levantarlas ha sido económica, política y socialmente insostenible. 

El domingo hay mucho en juego, pero sobre todo nos jugamos el respeto por la historia de un país que no se fundó en 2007, ni se terminará el 24 de mayo si pierde Alianza País. Antes de votar, preguntémonos cómo llegamos hasta aquí, cuál fue el costo y, sobre todo, quiénes estuvieron detrás. Así como hace diez años fue importante el proceso que desembocó en la elección de 2006, hoy, más que nunca, también cuestionémonos sobre los hechos, el camino y los actores. Dejemos atrás generalizaciones que han formado parte de la verdad oficial. La prudencia económica, por ejemplo, no es excluyente de los avances sociales. Pensar diferente no es un delito. Hay que retomar la democracia a través de la misma vía por la que fue entregada hace diez años: las urnas. Al menos, será el primer paso.

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